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Soltar… soltar… soltar

Soltar… soltar… soltar

Cuenta una historia Budista, que iban caminando  por el bosque dos monjes y al llegar a un río que tenían que cruzar, se encontraron con una joven muy asustada y llorando por que debía llegar a la otra orilla para continuar su camino y temía meterse en el agua por que no sabía nadar. Los monjes tienen reglas muy estrictas que cumplir, y una de ellas es que desde que te ordenas no puedes mantener contacto físico de ningún tipo y menos aún con mujeres (en el caso de los hombres).

Uno de los monjes movido por una profunda compasión hacia la joven, la cogió en brazos y la llevo sana y salva a la otra orilla poniendo así fin al sufrimiento de la muchacha. El compañero horrorizado por haber quebrantado una de las normas mas serias de la profesión monástica fue afeándole la conducta al otro monje hasta llegar al monasterio. Justo al llegar a la puerta de su casa, el monje que había llevado en brazos a la chica, se paró y le dijo al compañero:

– Bien, llevas varias horas recriminándome la acción y yo llevo varias horas escuchándote. Pero quiero decirte algo. En realidad yo solté a la joven en el momento que la dejé en la otra orilla, en cambio tu aún la llevas sobre tu espalda.

Otra historia, esta vez parece ser que real, cuenta que Ajahn Cha, uno de los más grandes maestros budistas Theravada contemporáneos de la Thai Forest Shanga, durante un paseo meditativo por la selva, se dio cuenta que unos de los monjes iba absorto en sus pensamientos y el sufrimiento se le notaba en la cara. El maestro le llamó aparte y le dijo que cogiera un pesado tronco que había en el suelo y que siguiera caminado con el acuestas. El monje pese a su sorpresa, no dudó en obedecer al maestro.

Después de un largísimo rato de caminata con el pesado tronco encima, Ajahn Cha volvió a llamar aparte al monje y le dijo:

– bien bhikkhu (monje), suelta el tronco… ¿te encuentras mucho mejor ahora, más ligero?

– Así es Venerable, me encuentro mucho mejor ahora, más ligero.

–  Bhikkhu, haz lo mismo con todo.

 

Tenemos por que guardamos, dejamos de tener porque abrimos la mano y soltamos. Evidentemente es muchísimo más sencillo soltar un tronco que una emoción, una creencia o un sufrimiento profundo, pero el mecanismo en esencia es el mismo.

Abrir el corazón para soltar las emociones o la mente para liberar ideas limitantes no es cualquier cosa sin duda. La práctica de Mindfulness nos puede ayudar a ir tomando consciencia del concepto e irlo integrando poco a poco, de lo más fácil a lo más difícil.

Cuando nos sentamos a meditar, al menos durante los minutos que le vayamos a dedicar, hemos de hacerlo con el firme propósito de “soltar”. Vamos a dedicar un tiempo a observar las cosas de dentro y de fuera “soltando” cualquier juicio, cualquier opinión, cualquier postura mental ante el asunto que aparezca en el momento presente. Nos sentamos a meditar con el firme propósito de no agarrar ninguna emoción ni estado de ánimo: aparece, somos conscientes de ello y lo soltamos.

  Soltar es una muestra de generosidad y compasión con el ser humano que mas cerca tenemos y del que tenemos la responsabilidad de cuidar y tratar bien durante toda nuestra vida: nuestra propia persona.

Los hijos se independizan, nos independizamos de nuestros padres, las parejas también pueden llegar a ser temporales, las amistades van y vienen en muchos casos, el trabajo igual…y en medio de este movimiento te quedas TU, por eso estar atento a tu sufrimiento y poner soluciones para aliviarlo es fundamental para ti y para las personas con las que compartes la vida.

Soltar es liberación, soltar a nivel mental, físico y material  es aligerar la famosa mochila.

Te invito a reflexionar sobre el concepto de “soltar” y a empezar a practicarlo, siempre de menos a más.

Fernando Mancebo
fernando@gestionestres.com
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