
26 Oct Mindfulness en la vida diaria: práctica informal
Una práctica regular de Mindfulness va a ayudarnos a que nuestro estrés, pensamientos y emociones negativas tengan un efecto cada vez menor, que su duración vaya siendo mas breve cada día, que nuestra capacidad de recuperar el equilibrio cuando aparezcan esos estados problemáticos aumente considerablemente.
Poco a poco, a medida que la práctica diaria de Mindfulness se convierta en algo habitual, nuestra mente de alguna manera va a ir reconociendo y utilizando las capacidades que tiene para aceptar la cosas tal y como son, dejar pasar, mantener la calma, soltar lo nocivo, concentrarse, desarrollar ecuanimidad, etc…
En la vida que generalmente llevamos en las grandes ciudades la falta de tiempo es un hecho. Para mucha gente la disponibilidad para meditar todos los días después de atender todas sus obligaciones es con suerte de una hora. Mindfulness como cualquier disciplina en la que te entrenes da resultados en proporción al tiempo que le dediques. Por eso es de vital importancia reforzar la práctica más allá del tiempo que le dedicamos a la sentada.
La sentada diaria es básica. Es entrenamiento intensivo. Dedicarle entre media y una hora al día es fundamental para que sus beneficios den fruto. Conviene ser realista a la hora de marcar el tiempo que le vas a dedicar a la práctica formal. No te marques una rutina que exceda tus capacidades reales ni le dediques un tiempo tan pequeño que solo sirva para quitarte de en medio la obligación de meditar. Motívate a meditar desde la consciencia sincera del valor real que le otorgas a la práctica.
No obstante, para que puedas mantener un estado de atención plena durante todo el día más allá de la sentada formal, me gustaría sugerirte algunas sencillas prácticas que podrás realizar en cualquier momento.
Mantén como rutina el “ancla echada”. Durante tu actividad diaria trata de ser consciente de tu respiración la mayor parte del tiempo, siente que estás respirando simplemente. Es perfectamente posible realizar cualquier actividad a la vez que somos conscientes que respiramos, aunque quizás tengas que entrenarlo poco a poco.
Otra forma de echar el ancla es haciendo lo mismo con tu cuerpo. Por ejemplo si vas conduciendo puedes sentir las manos en el volante, si estás en una reunión siente los pies en el suelo o las partes de contacto con la silla.
Echar el ancla consiste en poner una atención sutil y adecuada al cuerpo y/o la respiración que sea compatible con la actividad que estés llevando a cabo en ese momento. Se trata de una conexión constante con el presente, un amarre que ayude a no dispersarnos.
Echar el ancla también resulta muy útil cuando tenemos que enfrentarnos a una situación difícil. Mantener con la atención un punto de contacto con el cuerpo y/o la respiración te va a ayudar a que las emociones, la ansiedad o el nerviosismo no te desborden tan fácilmente.
En el próximo artículo vamos a repasar algunas formas concretas de practicar la Atención Plena en mitad de nuestra actividad diaria, pero a modo de resumen, la idea sería:
Cuando camines, solo camina;
Cuando comas, solo come;
Cuando estudies, solo estudia….
y así con todo en la medida que te sea posible.
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