
12 Nov Cómo saber si
tienes estrés
Podemos llegar a pensar que tener estrés es solamente un estado de hiperactividad, y con las sensaciones desagradables, físicas y mentales, asociadas a ese estado. Pero son más cosas y en este artículo te vamos a contar cómo saber si tienes estrés.
Aunque hemos hablado del estrés en un artículo anterior (ver artículo), además de explicar cómo funciona el mecanismo que lo pone en marcha en otra publicación que puedes leer aquí, insisto en seguir hablando de este asunto porque creo que es de gran importancia.
Como contábamos en los artículos anteriormente mencionados, ya en los años 20 se conocía esta reacción física y mental. El doctor Hans Selye lo definió como «una respuesta corporal no específica, ante cualquier demanda no específica«, lo que nos lleva a pensar que el estrés es una reacción de manifestaciones diversas, ante un evento que consideramos desagradable o peligroso y que desearíamos que fuera de otro modo. Así como sentimientos de pérdida de control, incapacidad de gestión de situaciones o falta de estímulos emocionales que consideramos necesarios.
¿Qué entendemos por estrés?
Antes de continuar explicando cómo entendemos el estrés y cómo gestionarlo, es importante aclarar, en primer lugar, que ante un malestar que asociemos a estados de estrés o ansiedad, siempre es recomendable acudir a tu médico lo primero. Ten en cuenta, por ejemplo, que la OMS considera el estrés laboral como una «pandemia». No es un asunto baladí. La supervisión de un profesional de la medicina te va a garantizar que no derive en algo más que una sensación desagradable o incapacitante. Algunos síntomas físicos que pueden estar relacionados con el estrés son:
- Sensación constante de fatiga
- Dolores musculares y contracturas frecuentes
- Debilitamiento del sistema inmune aumentando la vulnerabilidad ante determinadas enfermedades.
- Dificultades con la digestión y malestar estomacal, etc.
Dicho esto, y atendiendo a la definición del doctor Selye, podemos decir que estamos bajo estrés cuando por ejemplo:
- Damos vueltas a pensamientos repetitivos que nos atascan y no resuelven.
- Subidas y bajadas emocionales que no sabemos gestionar y que nos sumergen en estados de tristeza o depresión.
- Una y otra vez hacemos cosas que nos gustaría no haber hecho, pero se repiten de forma impulsiva por falta de autocontrol.
- Llegamos a ese punto de nuestra vida en que todo parece haber perdido sentido.
- Tenemos dificultad para crear y mantener relaciones fluidas.
- Una situación concreta nos enfrenta a un cambio profesional o personal y no sabemos qué camino tomar.
- Algún malestar o dolor crónico nos amarga la vida
¿Qué podemos hacer entonces?
Si bien las consecuencias y manifestaciones del estrés son objetivas y medibles, las causas que lo generan son totalmente subjetivas. Ante hechos similares, cada persona reacciona de un modo particular, esto es algo fácilmente comprobable. Por eso es de suma importancia hacer un trabajo de cambio de relación con las cosas y aprender a desarrollar actitudes como:
- La resiliencia: que es la capacidad de sobreponernos a la adversidad.
- La aceptación: que como dice un buen amigo mío es «aprender a hacer llevadero lo que en cualquier caso es inevitable«.
- Conocer nuestra resistencia a la hora de asumir cargas.
- Tomarnos muy en serio el auto cuidado y los hábitos saludables de vida.
- Aprender a relajar el cuerpo y a calmar la mente.
- Aplicar la paciencia. No querer que las cosas sean como queremos cuando queremos.
- Generar el espacio y la distancia adecuada con los «focos de conflicto» para poderlos gestionar eficazmente.
Son estas actitudes, entre otras muchas, las que, con el debido entrenamiento, llegamos a darnos cuenta que en realidad se trata de aptitudes, que todo el mundo tenemos en mayor o menor medida, pero que, insisto, se entrenan.
Pero el primer paso para aprender a gestionar y reducir nuestro estrés, es algo tan simple y de apariencia obvia, pero que a veces pasa inadvertido: darnos cuenta que estamos bajo estrés.
¿Y cómo saber que estamos en un estado de estrés?
Desde el prisma de lo objetivo, tu cuerpo te lo va a decir. Como decía uno de mis profesores de Mindfulness, Fernando A. de Torrijos, colaborador de Jon Kabat-Zinn en la Clínica de Reducción de Estrés de Massachusetts, «el cuerpo paga los excesos de la mente». Por ello, vuelvo a insistir, no tardar en visitar al médico en cuanto sintamos que nuestro cuerpo nos está diciendo «basta», y si es antes mejor.
Y desde el ámbito de lo subjetivo, cuando nos veamos en estados recurrentes de este tipo:
- Ira y enfado incontrolado.
- Insatisfacción constante y sentimientos de frustración.
- Tristeza y apatía continuada.
- Cansancio crónico e injustificado.
- Dificultad para conciliar el sueño.
- Ansiedad o miedo al futuro y a la incertidumbre.
- Parálisis vital y falta de motivación.
Básicamente, sabremos que estamos bajo un estado de estrés, puntual o crónico, y dependiendo desde cuándo percibamos su existencia y la frecuencia de su manifestación intermitente, cuando nos demos cuenta, aparte de lo ya mencionado anteriormente, que:
- Nuestra reacción ante ciertas situaciones es desproporcionada y no adaptada a la magnitud de tal evento.
- La negatividad de nuestra mente es manifiestamente mayor que los estados positivos, alegres y creativos.
- Nuestra eficacia a la hora de resolver los desafíos de la vida disminuye o está ausente.
- Vivimos en modo «piloto automático» y la mayor parte del tiempo estamos en un lugar distinto al momento presente.
- Sentimos un gran vacío interior, falta de rumbo y sentido en nuestra vida, no sabemos lo que queremos o lo sabemos pero no cómo ponernos en marcha.
- Vivimos añorando lo que fue, temiendo lo que será o que se repita algún hecho pasado o imaginado.
Pero hay una buena noticia
Aunque la sensación que sintamos, y que asociemos o identifiquemos con estrés en el amplio sentido de la palabra, nos resulte muy desagradable, incómoda o imposible de remediar (pues posiblemente nos habremos identificado con un estado de «impotencia aprendida»); la realidad es que disponemos de recursos suficientes para poder hacer mucho más suave y llevadera esa situación o conjunto de ellas, solo necesitamos entrenarnos.
Es muy posible que ya conozcas la práctica de Mindfulness. No es la única solución, pero posiblemente sea sobre la que más se ha estudiado en estos últimos veinte años y mayor número de evidencias científicas se han acumulado; así como millones de testimonios de personas que han realizado programas de 8 semanas de reducción de estrés basados en Mindfulness (MBSR), que dan fe, por propia experiencia, de los beneficios de esta práctica, corroborando así todos estos estudios científicos.
Esto es así, porque Mindfulness no se enfoca en solucionar las consecuencias físicas objetivas del estrés. Su eficacia está basada en la forma en la que cambian nuestras percepciones subjetivas de los estresores o focos de estrés y en el cambio de relación con éstos. Permitiendo de este modo que afloren recursos propios que están ahí esperando ser utilizados, para la gestión y reducción de nuestro estrés.
En este blog puedes ampliar información sobre Mindfulness, gestión de estrés y cursos de Mindfulness en Madrid.
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